¨A salario revuelto, ganancia de vendedores¨, pudiera ser el nuevo refrán que algunos intentan poner de moda por estos días. El asunto pinta diverso y hasta grotesco en los pretextos que exponen a la hora de justificar la subida de los precios, tanto de productos, como de servicios.
Muchos se frotan las manos y esperan sacar provecho sin mejorar la calidad de lo que ofertan o diversificar las opciones en sus diferentes negocios, simplemente se van por el camino fácil y con entera irresponsabilidad o insensibilidad dibujan uno o más ceritos adicionales en la pizarra donde antes los números eran menores.
Gerónimo Ala Zan, un cochero afamado por su empeño de sacarle sangre al caballo y billetes a la gente, pretendió doblar el precio de la carrera, pero no encontrando una razón de peso debido a que su combustible no entra en la crisis de los hidrocarburos, que es pretexto de los boteros, manifestó en la ONAT que su decisión tenía que ver con el calentamiento global y el decrecimiento de la yerba en las periferias del poblado.
Laura Tijera Gris, la peluquera, elevó el precio de la Keratina superando su propia marca personal establecida durante el boom de los pelos lacios de principios de siglo y dice que nada tiene que ver con los salarios, ¨qué obedece a un estudio de mercado que le indica el regreso del spendrú para finales de año, con una consiguiente caída de la clientela” .
Marino alias “puerco jibaro” intentó romper la barrera de los cien pesos la libra, también tratando de desvincular su maniobra del tema relativo al incremento salarial, asegurando que se trataba de una variedad genética porcina libre del colesterol malo.
Los boniatos de Lupercio Tetuán, se acercaron peligrosamente a lo registrado por las malangas en sus momentos de mayor demanda, con la increíble explicación de un estudio en Internet sobre los efectos positivos del boniatillo en la prevención de la gripe.
Maniobras similares se nos presentarán en la vida real con diferentes disfraces e iguales objetivos, aprovechar el esfuerzo del estado para llevarse una tajada, sin mucho sudor de la frente y con una pérfida combinación de oportunismo y egoísmo.
LA BICICLETA 