LA DECEPCIÓN

 

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Sufrir una decepción es peor que sufrir una gripe, el resfriado pasa y aún con sus secuelas transitorias y sus abundantes estornudos, terminas por olvidarlo hasta que otro catarrito te agarra desprevenido; pero el asunto de marras, es decir esos desengaños inesperados que la vida nos esconde, suelen resultar a veces inolvidables.

Mira que le dijimos una y otra vez a Rufinito ¨Mala Nota¨, allá en aquellos tiempos de mi adolescencia, que lo de él no podía ser el canto, que la melodía no se le daba y la afinación mucho menos, pero el muchacho insistió y cuando abrieron la Casa de la Cultura a principios de los años 80 del pasado siglo, fue de los primeros en presentarse, ansioso de entrar por la puerta ancha al añorado mundo de la canción romántica y que le escucharan su versión más acabada de ¨EL TREN QUE NOS SEPARA¨ balada muy radiada entonces.

Lo esperamos en el Parque, frente a la flamante instalación, allí ensayamos todo tipo de consuelos para cuando regresara con el corazón hecho tierra, decirle que no todo estaba perdido, que la vida no solo era cantar (también era coser, pero tampoco sabía de eso), incluso Ramonín ¨La Grasa¨, el gordito del piquete, hasta propuso aconsejarle que no se veía bien eso del suicidio en el mundo del arte, pero este último argumento se desechó por considerarse una alegoría muy peligrosa teniendo en cuenta su estado de ánimo.

Cruzó la calle con el rostro compungido (como era de esperar) se acercó y rompió en llanto, estaba bajo los efectos de la ya mencionada decepción, fue un momento largo hasta que rumiando su cólera solo atinó a decirnos lo que más le molestó y fue el sarcasmo de quien lo examinó, el tipo, solo le hizo una pregunta y una sugerencia: ¿NIÑO Y EL DIBUJO, NO HAS PENSADO EN DIBUJAR?, TAL VEZ SI PINTAS UN TRENCITO NO TE SALE MAL.

No sabíamos entonces, mis amigos y yo, que más adelante seríamos testigos de un género de decepciones de las más peligrosas, las de amor. Esas son la candela, y más virales que una foto de Messi en Internet, es muy difícil escapar de ellas porque son como los accidentes del tránsito que, aunque a veces tú lo haces todo bien, de pronto el otro conductor es quien te fastidia la vida.

El problema es que te fabricas una idea de algo o de alguien, casi lo conviertes en paradigma y de buenas a primera descubres que la cosa era muy diferente a lo que imaginabas y esto no solo funciona en el ámbito de las pasiones amatorias, lamentablemente el riesgo se extiende al tejido social y sus complicadas relaciones, por eso yo creo que el mejor antídoto contra la resaca que dejan las decepciones, es aplicar la filosofía del ajedrecista, que mientras más derrotas sufre, menos posibilidades tiene que lo engañen de nuevo, con el mismo gambito.

Dicen que uno no debe alegrarse de las decepciones ajenas, pero si les soy sincero a mí me da tremendo gusto cada vez que los enemigos de Cuba se quedan con la carabina al hombro y sufren esas desilusiones antológicas esperando en vano ganarnos alguna pelea, así que puedo asegurarles que disfrutaré bastante este 24 de febrero, cuando la nubecita de la decepción le ensombrezca el rostro a los que sueñan con un NO, pero tendrán un SI.

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